- La soberbia se alivia leyendo un gran libro. (Este primer punto es un tanto ambiguo, qué se entiende por un buen libro, es un poco un pose intelectual respecto a la lectura)
- La tristeza revela su inagotable riqueza a la luz de la lectura de un gran libro.
- La lectura mejora la visión de las cosas y permite ver lo que antes nunca se había visto.
- La lectura brinda experiencias en mente propia.
- La lectura es dinamita pura para la imaginación.
- La lectura nos permite estar siempre acompañados, aunque también respeta nuestra soledad.
- La lectura nos dota de las palabras para expresar nuestros sentimientos, emociones, creencias.
- La lectura nos acerca cada vez más a la autocomprensión.
- La lectura es constructora de sociedades y de sueños.
- La lectura es algo que podemos hacer en todas partes.
- La lectura enseña que el mundo entero puede ser como un libro.
- En 20 o 30 años, la frase anterior deberá decir: La lectura enseña que el mundo entero puede ser como una computadora. (En realidad yo diría que en mucho menos tiempo)
- La lectura brinda beneficios económicos: entender las cláusulas de los contratos ahorra dolores de cabeza y juicios. (No se lee sólo libros, se leen letras pequeñitas y eso también ayuda)
- La lectura nos transporta gratuitamente a través de todo el espacio y todo el tiempo.
- La lectura nos da una voz.
- La lectura es lo más cercano a la telepatía y a la mediumnidad.
- La lectura nos da el placer de ver cómo nuestra mente crea universos.
- La lectura sirve también como un espejo.
- La lectura es como una hermosa melodía sin instrumentos, o cuyo único instrumento es la palabra.
- La lectura puede ser, para un niño, un juego perfecto.
- La lectura es mejor –pero mucho, mucho mejor– que el cine y la televisión. (Francamente, no lo creo, no se trata de competencia o comparación, son espacios distintos)
- Cuando leo, lee el universo.
- A veces, cuando leo, descubro lo que pienso.
- La lectura evita infracciones de tránsito.
- Los malos gobiernos temen a los buenos lectores. (Por eso tanta quema y censura de libros y bibliotecas)
- Los tiranos no soportan a los lectores que se empeñan.
- Los olvidadizos tienen en la escritura y la lectura su mejor herramienta.
- La lectura eleva el alma.
- La lectura rejuvenece a la vez que nos hace sabios.
- Se puede leer cómo es morirse, sin haber muerto o morir al hacerlo.
- Leer es dejar que el amor suceda.
- Leer es viajar sin pagar nada.
- Leer nos guía a través del mundo.
- Leer las palabras de un padre, o de una madre, escritas hace tiempo, los vuelve vivos.
- Leer el escrito de un niño, obliga a redescubrirlo todo.
- Leer es una escuela, un templo, un hospital: me educo, me elevo, me repongo.
- Leer es una riqueza que se lleva a todas partes sin ostentar.
- Leer cultiva la humildad. (A algunos los hace más soberbios)
- Leer nos conduce a paradojas y se hace imposible aburrirse.
- Leer acaba por volverse una actividad de tiempo completo. (No sólo leemos libros, leemos anuncios, señales, leemos entre líneas, leemos advertencias en los medicamentos, leemos contratos en el banco, etc.)
- Leer en sueños: ojalá se pudiera recobrar todo lo así leído.
- Leer en una biblioteca, es como un safari en la selva pero sin víctimas.
- Leer enriquece los sueños.
- Leer cambia vidas.
- Leer salva.
- Leer es un examen.
- Leer nos permite ver la inmensidad de nuestra ignorancia. (Y creo que al darnos cuenta de que no leeremos todo, nos da un golpe más de realidad respecto a nuestra ignorancia)
- Leer brinda un gozo que, cultivado, puede durar toda nuestra vida.
- Leer –esto lo escribió otro– es hablar con los muertos por los ojos.
- Leer evita enfermedades, intoxicaciones y envenenamientos. (la lectura va más allá de la pose intelectual, esto es la utilidad de la lectura)
- Leer evita costosas reparaciones y composturas. (una vez más se habla de utilidad real y no de pose intelectual)
- Leer es algo sumamente productivo.
- Leer es siempre perfecto.
- Leer da temas de conversación.
- Leer, a veces, espanta. (si no, amanezcan con las noticias de un diario)
- Cuando leer algo nos horroriza, somos afortunados.
- Leer la prensa es toda una escuela: se descubre la mentira y el engaño pero entre líneas siempre está la realidad.
- Leer las palabras ayuda a leer los síntomas, los rasgos, el clima, los rostros, las estrellas.
- Leer poesía es reinar en uno mismo, o en otro.
- Leer frenéticamente y en vehículos en movimiento, puede ocasionar mareos (éste no es un beneficio). (no, pero igual nos ayuda a pasar horas muertas de transporte)
- Releer es un placer supremo.
- Leer es el máximo placer casto.
- Leer a otros es encarnar las palabras.
- Leer tiene mucho de ser llevado, pero sin tiranías, por mundos desconocidos y hay un arte en ese viaje.
- Leer es descubrir.
- Leer es explorar.
- Leer nos exige lo mejor de nosotros mismos.
- Leer es escuchar.
- Leer enriquece insospechadamente.
- Leer es una herencia magnífica.
- Leer buenos libros es un arte que cultivan pocos.
- Ejercer el derecho de leer es el principio de la sabiduría.
- Un gobierno que no alienta lectores, alienta fracasos.
- Un gobierno que no alienta lectores, no tiene esperanza.
- Leer es la savia de la democracia.
- Leer es un lujo que todos debemos darnos.
- Leer debe reducir la pobreza, la marginación, la exclusión y la injusticia.
- Leer abre innumerables puertas e ilumina incontables caminos.
- Leer nos da alas, aletas, agallas y vista de rayos X. (Es broma).
- Leer nunca es tiempo perdido.
- Leer nos hace amigos y nos da amigos.
- Leer educa la mente, la memoria y la imaginación.
- Leer obliga a escribir.
- Leer obliga a aprender a escuchar.
- Leer nos hace pensar severamente en los otros.
- Leer humaniza.
- Leer libera.
- Leer alimenta la autoreflexión.
- Leer eleva la autoestima.
- Leer nos abre el mundo.
- Leer nos da un sentido de anticipación.
- Leer manuales nos impide ser engorrosos.
- Leer es siempre una lección de humildad y humanidad.
- Leer ilumina.
- Leer es arriesgarse, exponerse, aventurarse.
- Leer es correr el riesgo de cambiarlo todo.
- Leer es una de las formas más nobles del amor.
- Leer es recibir mucho a cambio de casi nada.
- Leer es un excelente negocio.
- Leer transforma el mundo.
domingo, 23 de abril de 2017
100 Beneficios de la Lectura
miércoles, 19 de abril de 2017
CHINGAR
Octavio Paz
De El laberinto de la soledad
¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la madre. No una madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad, como la Llorona o la "sufrida madre mexicana" que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da nombre. Vale la pena detenerse en el significado de esta voz.En la Anarquía del lenguaje en la América española, Darío Rubio examina el origen de esta palabra y enumera las significaciones que le prestan casi todos los pueblos hispanoamericanos. Es probable su procedencia azteca: chingaste es xinachtli (semilla de hortaliza) o xinaxtli (aguamiel fermentado). La voz y sus derivados se usan, en casi toda América y en algunas regiones de España, asociados a las bebidas alcohólicas o no: chingaste son los residuos o heces que quedan en el vaso, en Guatemala y El Salvador; en Oaxaca llaman chingaditos a los restos del café; en todo México se llama chínguere o, significativamente, piquete al alcohol; en Chile, Perú y Ecuador la chingana es la taberna; en España chingar equivale a beber mucho, a embriagarse; y en Cuba, un chinguirito es un trago de alcohol.
Chingar también implica la idea de fracaso. En Chile y Argentina se chinga un petardo, "cuando no revienta, se frustra o sale fallido". Y las empresas que fracasan, las fiestas que se aguan, las acciones que no llegan a su término, se chingan. En Colombia, chingarse es llevarse un chasco. En el Plata un vestido desgarrado es un vestido chingado. En casi todas partes chingarse es salir burlado, fracasar. Chingar, asimismo, se emplea en algunas partes de Sudamérica como sinónimo de molestar, zaherir, burlar. Es un verbo agresivo, como puede verse por todas esas significaciones: descolar a los animales, incitar o hurgar a los gallos, chunguear, chasquear, perjudicar, echar a perder, frustrar.
En México los significados de la palabra son innumerables. Es una voz mágica. Basta un cambio de tono, una inflexión apenas, para que el sentido varíe. Hay tantos matices como entonaciones: tantos significados como sentimientos. Se puede ser un chingón, un Gran Chingón (en los negocios, en la política, en el crimen, con las mujeres), un chingaquedito (silencioso, disimulado, urdiendo tramas en la sombra, avanzando cauto para dar el mazazo), un chingoncito. Pero la pluralidad de significaciones no impide que la idea de agresión en todos sus grados, desde el simple de incomodar, picar, zaherir, hasta el de violar, desgarrar y matar se presente siempre como significado último. El verbo denota violencia, salir de sí mismo y penetrar por la fuerza en otro. Y también, herir, rasgar, violar cuerpos, almas, objetos, destruir. Cuando algo se rompe, decimos: "se chingó". Cuando alguien ejecuta un acto desmesurado y contra las reglas, comentamos: "hizo una chingadera".
La idea de romper y de abrir reaparece en casi todas las expresiones. La voz está teñida de sexualidad, pero no es sinónima del acto sexual; se puede chingar a una mujer sin poseerla. Y cuando se alude al acto sexual, la violación o el engaño le prestan un matiz particular. El que chinga jamás lo hace con el consentimiento de la chingada. En suma, chingar es hacer violencia sobre otro. Es un verbo masculino, activo, cruel: pica, hiere, desgarra, mancha. Y provoca una amarga, resentida satisfacción en el que lo ejecuta.
Lo chingado es lo pasivo, lo inerte y abierto, por oposición a lo que chinga, que es activo, agresivo y cerrado. El chingón es el macho, el que abre. La chingada, la hembra, la pasividad pura, inerme ante el exterior. La relación entre ambos es violenta, determinada por el poder cínico del primero y la impotencia de la otra. La idea de violación rige oscuramente todos los significados. La dialéctica de "lo cerrado" y "lo abierto" se cumple así con precisión casi feroz.
El poder mágico de la palabra se intensifica por su carácter prohibido. Nadie la dice en público. Solamente un exceso de cólera, una emoción o el entusiasmo delirante, justifican su expresión franca. Es una voz que sólo se oye entre hombres, o en las grandes fiestas. Al gritarla, rompemos un velo de pudor, de silencio o de hipocresía. Nos manifestamos tales como somos de verdad. Las malas palabras hierven en nuestro interior, como hierven nuestros sentimientos. Cuando salen, lo hacen brusca, brutalmente, en forma de alarido, de reto, de ofensa. Son proyectiles o cuchillos. Desgarran. Los españoles también abusan de las expresiones fuertes. Frente a ellos el mexicano es singularmente pulcro. Pero mientras los españoles se complacen en la blasfemia y la escatología, nosotros nos especializamos en la crueldad y el sadismo. El español es simple: insulta a Dios porque cree en él. La blasfemia, dice Machado, es una oración al revés. El placer que experimentan muchos españoles, incluso algunos de sus más altos poetas, al aludir a los detritus y mezclar la mierda con lo sagrado se parece un poco al de los niños que juegan con lodo.
Hay, además del resentimiento, el gusto por los contrastes, que ha engendrado el estilo barroco y el dramatismo de la gran pintura española. Sólo un español puede hablar con autoridad de Onán y Don Juan. En las expresiones mexicanas, por el contrario, no se advierte la dualidad española simbolizada por la oposición de lo real y lo ideal, los místicos y los pícaros, el Quevedo fúnebre y el escatológico, sino la dicotomía entre lo cerrado y lo abierto. El verbo chingar indica el triunfo de lo cerrado, del macho, del fuerte, sobre lo abierto.
La palabra chingar, con todas estas múltiples significaciones, define gran parte de nuestra vida y califica nuestras relaciones con el resto de nuestros amigos y compatriotas. Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y débiles. Los fuertes los chingones sin escrúpulos, duros e inexorables se rodean de fidelidades ardientes e interesadas. El servilismo ante los poderosos especialmente entre la casta de los "políticos", esto es, de los profesionales de los negocios públicos es una de las deplorables consecuencias de esta situación. Otra, no menos degradante, es la adhesión a las personas y no a los principios. Con frecuencia nuestros políticos confunden los negocios públicos con los privados. No importa. Su riqueza o su influencia en la administración les permite sostener una mesnada que el pueblo llama, muy atinadamente, de "lambiscones" (de lamer).
El verbo chingar maligno, ágil y juguetón como un animal de presa engendra muchas expresiones que hacen de nuestro mundo una selva: hay tigres en los negocios, águilas en las escuelas o en los presidios, leones con los amigos. El soborno se llama "morder". Los burócratas roen sus huesos (los empleos públicos). Y en un mundo de chingones, de relaciones duras, presididas por la violencia y el recelo, en el que nadie se abre ni se raja y todos quieren chingar, las ideas y el trabajo cuentan poco. Lo único que vale es la hombría, el valor personal, capaz de imponerse.
La voz tiene además otro significado, más restringido. Cuando decimos "vete a la Chingada", enviamos a nuestro interlocutor a un espacio lejano, vago e indeterminado. Al país de las cosas rotas, gastadas. País gris, que no está en ninguna parte, inmenso y vacío. Y no sólo por simple asociación fonética lo comparamos a la China, que es también inmensa y remota. La Chingada, a fuerza de uso, de significaciones contrarias y del roce de labios coléricos o entusiasmados, acaba por gastarse, agotar sus contenidos y desaparecer. Es una palabra hueca. No quiere decir nada. Es la nada.
Chingar también implica la idea de fracaso. En Chile y Argentina se chinga un petardo, "cuando no revienta, se frustra o sale fallido". Y las empresas que fracasan, las fiestas que se aguan, las acciones que no llegan a su término, se chingan. En Colombia, chingarse es llevarse un chasco. En el Plata un vestido desgarrado es un vestido chingado. En casi todas partes chingarse es salir burlado, fracasar. Chingar, asimismo, se emplea en algunas partes de Sudamérica como sinónimo de molestar, zaherir, burlar. Es un verbo agresivo, como puede verse por todas esas significaciones: descolar a los animales, incitar o hurgar a los gallos, chunguear, chasquear, perjudicar, echar a perder, frustrar.
En México los significados de la palabra son innumerables. Es una voz mágica. Basta un cambio de tono, una inflexión apenas, para que el sentido varíe. Hay tantos matices como entonaciones: tantos significados como sentimientos. Se puede ser un chingón, un Gran Chingón (en los negocios, en la política, en el crimen, con las mujeres), un chingaquedito (silencioso, disimulado, urdiendo tramas en la sombra, avanzando cauto para dar el mazazo), un chingoncito. Pero la pluralidad de significaciones no impide que la idea de agresión en todos sus grados, desde el simple de incomodar, picar, zaherir, hasta el de violar, desgarrar y matar se presente siempre como significado último. El verbo denota violencia, salir de sí mismo y penetrar por la fuerza en otro. Y también, herir, rasgar, violar cuerpos, almas, objetos, destruir. Cuando algo se rompe, decimos: "se chingó". Cuando alguien ejecuta un acto desmesurado y contra las reglas, comentamos: "hizo una chingadera".
La idea de romper y de abrir reaparece en casi todas las expresiones. La voz está teñida de sexualidad, pero no es sinónima del acto sexual; se puede chingar a una mujer sin poseerla. Y cuando se alude al acto sexual, la violación o el engaño le prestan un matiz particular. El que chinga jamás lo hace con el consentimiento de la chingada. En suma, chingar es hacer violencia sobre otro. Es un verbo masculino, activo, cruel: pica, hiere, desgarra, mancha. Y provoca una amarga, resentida satisfacción en el que lo ejecuta.
Lo chingado es lo pasivo, lo inerte y abierto, por oposición a lo que chinga, que es activo, agresivo y cerrado. El chingón es el macho, el que abre. La chingada, la hembra, la pasividad pura, inerme ante el exterior. La relación entre ambos es violenta, determinada por el poder cínico del primero y la impotencia de la otra. La idea de violación rige oscuramente todos los significados. La dialéctica de "lo cerrado" y "lo abierto" se cumple así con precisión casi feroz.
El poder mágico de la palabra se intensifica por su carácter prohibido. Nadie la dice en público. Solamente un exceso de cólera, una emoción o el entusiasmo delirante, justifican su expresión franca. Es una voz que sólo se oye entre hombres, o en las grandes fiestas. Al gritarla, rompemos un velo de pudor, de silencio o de hipocresía. Nos manifestamos tales como somos de verdad. Las malas palabras hierven en nuestro interior, como hierven nuestros sentimientos. Cuando salen, lo hacen brusca, brutalmente, en forma de alarido, de reto, de ofensa. Son proyectiles o cuchillos. Desgarran. Los españoles también abusan de las expresiones fuertes. Frente a ellos el mexicano es singularmente pulcro. Pero mientras los españoles se complacen en la blasfemia y la escatología, nosotros nos especializamos en la crueldad y el sadismo. El español es simple: insulta a Dios porque cree en él. La blasfemia, dice Machado, es una oración al revés. El placer que experimentan muchos españoles, incluso algunos de sus más altos poetas, al aludir a los detritus y mezclar la mierda con lo sagrado se parece un poco al de los niños que juegan con lodo.
Hay, además del resentimiento, el gusto por los contrastes, que ha engendrado el estilo barroco y el dramatismo de la gran pintura española. Sólo un español puede hablar con autoridad de Onán y Don Juan. En las expresiones mexicanas, por el contrario, no se advierte la dualidad española simbolizada por la oposición de lo real y lo ideal, los místicos y los pícaros, el Quevedo fúnebre y el escatológico, sino la dicotomía entre lo cerrado y lo abierto. El verbo chingar indica el triunfo de lo cerrado, del macho, del fuerte, sobre lo abierto.
La palabra chingar, con todas estas múltiples significaciones, define gran parte de nuestra vida y califica nuestras relaciones con el resto de nuestros amigos y compatriotas. Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y débiles. Los fuertes los chingones sin escrúpulos, duros e inexorables se rodean de fidelidades ardientes e interesadas. El servilismo ante los poderosos especialmente entre la casta de los "políticos", esto es, de los profesionales de los negocios públicos es una de las deplorables consecuencias de esta situación. Otra, no menos degradante, es la adhesión a las personas y no a los principios. Con frecuencia nuestros políticos confunden los negocios públicos con los privados. No importa. Su riqueza o su influencia en la administración les permite sostener una mesnada que el pueblo llama, muy atinadamente, de "lambiscones" (de lamer).
El verbo chingar maligno, ágil y juguetón como un animal de presa engendra muchas expresiones que hacen de nuestro mundo una selva: hay tigres en los negocios, águilas en las escuelas o en los presidios, leones con los amigos. El soborno se llama "morder". Los burócratas roen sus huesos (los empleos públicos). Y en un mundo de chingones, de relaciones duras, presididas por la violencia y el recelo, en el que nadie se abre ni se raja y todos quieren chingar, las ideas y el trabajo cuentan poco. Lo único que vale es la hombría, el valor personal, capaz de imponerse.
La voz tiene además otro significado, más restringido. Cuando decimos "vete a la Chingada", enviamos a nuestro interlocutor a un espacio lejano, vago e indeterminado. Al país de las cosas rotas, gastadas. País gris, que no está en ninguna parte, inmenso y vacío. Y no sólo por simple asociación fonética lo comparamos a la China, que es también inmensa y remota. La Chingada, a fuerza de uso, de significaciones contrarias y del roce de labios coléricos o entusiasmados, acaba por gastarse, agotar sus contenidos y desaparecer. Es una palabra hueca. No quiere decir nada. Es la nada.
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