sábado, 24 de diciembre de 2016

La Tregua de Navidad de 1914

Víspera de Navidad (24 de diciembre) de 1914. En plena Nochebuena, los soldados del ejército alemán comienzan a poner los escasos adornos de los que disponen en sus trincheras bajo el frío y la nieve, que no deja de caer de forma incesante. En ese momento, desde las posiciones británicas comienza a alzarse un sonido dulce cuando, desde los oficiales hasta los soldados, empiezan a cantar un emotivo villancico: «Noche de Paz».
Aunque lo parezca, no estamos narrando la perfecta película de Navidad que todos los canales emitirían estos días, sino uno de los momentos previos a la conocida como «Tregua de Navidad», el breve espacio de tiempo en el que los contendientes de la Primera Guerra Mundial abandonaron los fusiles para celebrar juntos –y por unas horas- estas fiestas.
Corrían por entonces momentos de gran dureza, pues Alemania había invadido Bélgica en julio con el objetivo de llegar hasta París y había sido detenida por británicos y franceses a cambio de una ingente cantidad de bajas. El frente se estancó. La situación no mejoró con la llegada del invierno, el cual trajo consigo lluvias, nevadas y una ingente cantidad de enfermedades en las trincheras, inundadas y comidas por los insectos.
Al no poder avanzar ninguno de los dos bandos sobre territorio enemigo, los días previos a Navidad terminaron apareciendo, fechas emotivas y que, sin duda, podrían mellar el valor de los combatientes (los cuales sentirían toneladas de nostalgia al estar lejos de sus familias en fechas tan señaladas). Por ello, los altos mandos militares redoblaron sus esfuerzos para que el correo pudiera llegar a tiempo hasta las trincheras y los soldados sintieran, aunque fuera mediante pequeños regalos como tabletas de chocolate o cigarros, el calor de sus seres queridos.

Llega la tregua

Se desconoce si fue el espíritu navideño, la morriña por estar lejos del hogar o el hartazgo por una guerra que ya había dejado miles y miles de muertos, pero lo cierto es que en la tarde del 24 de diciembre de 1914, los alemanes propusieron a gritos una tregua desde la trinchera opuesta.
«A última hora de la tarde los alemanes se volvieron divertidísimos, cantando y gritándonos. Dijeron en inglés que, si no disparábamos, ellos tampoco lo harían. Encendieron fuegos fuera de su trinchera, se sentaron alrededor y empezaron un concierto», explicaba en una carta a la que ha tenido acceso «Alfa y Omega» el sargento británico Bernard J. Brooks, uno de los presentes.
El día siguiente (en plena Navidad), y tal y como afirma el soldado británico Willie Loasby en una carta enviada a su madre desde el frente, se le encargó a él alzarse por encima de los parapetos y recorrer los 36 metros que separaban la trinchera británica de la alemana.
Su objetivo era el de acordar una tregua con el enemigo. La tensión se palpaba en el frío ambiente y, desde cada una de las posiciones defensivas, todos los combatientes tenían preparados sus fusiles de cerrojo por si algo salía mal.
Por suerte, nada malo sucedió y -como explica el militar en la misiva- conoció a un oficial alemán que le preguntó si había galos con ellos y bromeó afirmando que «diez franceses no hacen un inglés». Después de reírse un rato de los gabachos, el germano le dio a modo de presente seis cigarrillos y una tableta de chocolate antes de sugerir que podían jugar un partido de fútbol.
Loasby respondió afirmativamente y, sin más dilación se formaron dos equipos. «Lo que se me hace más raro es que en cada bando, y en otras partes, había gente que todavía combatía», determina la misiva.
Así lo confirma también el teniente alemán Johannes Niemman en una carta en la que explica que un soldado apareció cargando un balón de fútbol y, en pocos minutos, ya había comenzado el partido. «Ellos hicieron su portería con uso sombreros extraños, mientras que nosotros hicimos lo mismo. No era sencillo jugar en un lugar congelado, pero eso o nos detuvo. Mantuvimos las reglas del juego a pesar de que el partido sólo duró una hora y no había árbitro», determina el escrito.
De igual forma narra el suceso el general británico Walter Congravequien, a pesar de no haber acudido a la reunión por considerarse un objetivo demasiado valioso por su alta graduación, tuvo la oportunidad de hablar con sus subordinados del hecho.
«Ha pasado algo extraordinario. Esta mañana, un alemán gritó que querían una tregua de un día. Así que, con mucha cautela, uno de nuestros hombres se levantó por encima del parapeto y vio como un alemán hacía lo mismo. Uno de mis informantes me dijo que había podido fumarse un cigarrillo con el mejor tirador del ejército alemán, quien no tenía más de 18 años pero ya había matado a más hombres que cualquier otros 12 soldados juntos».
Fuente: ABC Historia

jueves, 22 de diciembre de 2016

EL ACCIDENTE DE LOS ANDES

El viernes 13 de octubre de 1972, un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya, con 45 personas a bordo —la mayoría, integrantes de un equipo de rugby del club Old Crhistians—, rumbo a Santiago de Chile, desapareció en medio de los Andes a poco más de una hora de haber despegado de Mendoza. Lo buscaron durante diez días, pero no hallaron rastros de la aeronave y dieron por muertos a sus pasajeros.

Para comienzos de diciembre de 1972, el deshielo dejó al descubierto el fuselaje nuevamente y los sobrevivientes pudieron disfrutar de días soleados. Los supervivientes finalmente vieron que su única esperanza consistía en ir a buscar ayuda. El 12 de diciembre de 1972Nando ParradoRoberto Canessa y Antonio Vizintín parten en busca de ayuda.
Al creer en todo momento que se encontraban ya en territorio chileno, es decir, en el lado occidental de la cordillera andina, tomaron la errada decisión de caminar rumbo al poniente (oeste), teniendo que encarar el cruce del encadenamiento principal de los Andes sin medios, preparación, ni fuerzas adecuadas. Si la marcha se hubiese efectuado hacia las pampas argentinas, el esfuerzo habría sido muy inferior, pues allí el terreno rápidamente desciende hacia el oriente, logrando arribar a los primeros criadores de cabras y ovejas en un recorrido mucho más acotado y accesible. En particular a unos 21 kilómetros en línea recta se encuentra el Hotel Termas del Sosneado que en aquellos días albergaba víveres y se encontraba custodiado por una persona con ayuda de la cual probablemente les hubiera sido mucho más fácil encontrar la civilización. La gran altitud del cerro Sosneado y la ubicación errónea facilitada por el miembro de la tripulación moribundo en la cabina, les desorientó completamente.
El tercer día de marcha, Antonio resbala y se crea una lesión, por lo que deciden enviarlo de vuelta. También le pidieron dejar su ración de carne, ya que el trayecto sería más largo de lo calculado.
Diez días después de partir de los restos del fuselaje, y habiendo caminado unos 59 km aproximadamente, llegan a la precordillera de San Fernando, al sector de Los Maitenes. Recorren un río para vadearlo por casi día y medio y no pueden lograrlo por la crecida del deshielo. Canessa comienza a sentirse enfermo, por lo que Nando debe llevar las dos mochilas. La carne que llevaban consigo comenzó a descomponerse rápidamente debido al aumento significativo de la temperatura de la precordillera. Al amanecer del día siguiente, ven en la otra orilla a un huaso chileno que los observa. Nando intenta comunicarse con él, pero el fragor del río no lo permite, entonces el huaso inteligentemente ata hojas de papel y un lápiz a una piedra y la lanza sobre el río, Nando escribe un mensaje y a duras penas, por su debilidad, logra hacerle llegar un mensaje escrito donde dicen ser sobrevivientes de un avión siniestrado, el mensaje decía
Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?
Al reverso, una última nota, con lápiz labial: «¿Cuándo viene?».
El arriero quien resultó ser Sergio Hilario Catalán Martínez, de 44 años entonces, entiende el mensaje, les lanza un poco de pan con queso y se dirige al retén de Puente Negro a cargo de Carabineros de Chile con el capitán Leopoldo Vega Courbis al mando, es el más próximo (a diez horas de marcha) y da la noticia. Luego de ello, una patrulla de Carabineros se dirige al sector y le brindan ayuda.

En aquel día del 22 de diciembre, los pilotos chilenos Carlos García, Jorge Massa y Mario Ávila se preparaban para volar en un
 DC-6 a Punta Arenas cuando recibieron, incrédulos, la noticia de que habían aparecido sobrevivientes del avión uruguayo extraviado hace más de dos meses en la cordillera. Se habían realizado por parte de la FACH, hasta suspenderse la búsqueda, 66 misiones sin resultados.La noticia de la aparición de sobrevivientes del avión uruguayo se hace publica e invade las ondas radiales, esta noticia es captada por la radio portátil de uno de los sobrevivientes en el lugar del desastre y saben que Canessa y Parrado han sido encontrados.
Carlos García, solicitó tres helicópteros Bell UH-1 e inmediatamente se trasladaron hacia el sector Los Maitenes de San Fernando para organizar de inmediato el rescate. Había un gran inconveniente, se había levantado una densa niebla y eso en circunstancias normales habría frenado la tarea de rescate, pero se decidió proseguir a pesar de que la visibilidad no era mayor a 100 m.
Una vez en Los Maitenes, los rescatistas interrogaron a Parrado y a Canessa. Uno de los pilotos, Carlos García le indica a Parrado que aborde el aparato y le sirva de guía ya que sin su ayuda nunca podrían ubicar al aparato siniestrado. La niebla se levantó a eso de las 12:00 y Parrado sirvió de guía a los helicópteros, Parrado abordó el UH-89 con García al mando, y fue seguido por el UH-91 a cargo de Massa, con un equipo del SAR (Servicio Aéreo de Rescate). El tercer aparato quedó en reserva en el lugar que ya estaba siendo invadido por periodistas. El UH-89 y el UH-91 remontaron con gran dificultad las alturas debido a la escasez de corrientes cálidas y falta de aire suficiente para el correcto funcionamiento de los rotores. Al llegar al sector, tanto Parrado como los pilotos chilenos comprendieron que debido al color blanco del fuselaje, los restos jamás habrían sido visualmente ubicados. Una vez a la vista el sitio del accidente, los pilotos chilenos comprendieron que el rescate iba a ser muy difícil debido a la pendiente del terreno; todo mientras los 14 sobrevivientes saltaban jubilosos y gritaban de alegría.
Cuando aterrizaron sobre un solo Skid para afirmarse en la nieve, los rescatistas del SAR descendieron mientras los sobrevivientes intentaban abordar los helicópteros, hubo instantes de angustia ya que a pesar del famélico estado de los sobrevivientes, su número generó un sobrepeso que excedía los límites de carga del UH-Bell, por lo cual hubo que hacer descender a algunos de ellos llegando incluso a usarse la fuerza bruta para evitar un nuevo desastre en el lugar.
Finalmente aquel día se rescató a siete de los sobrevivientes repartidos en ambos aparatos, el resto de ellos tuvo que permanecer una noche más en el lugar del accidente, aunque esta vez lo hicieron en compañía de miembros del equipo de rescate. Al día siguiente son rescatados los últimos sobrevivientes trasladándolos en helicópteros a Santiago para ser atendidos por médicos.
Uno de los miembros del SAR que pasó aquella última noche entre los restos del siniestro, contaría más tarde: «El avión estaba partido y sin alas, el piloto aún estaba en su puesto, pero su cabeza había desaparecido y solo quedaba el muñón de la columna asomándose por la ventanilla, había escenas de antropofagia evidente, ya que alrededor y debido al deshielo, dejaba entrever restos humanos». Los equipos de rescate contaron 11 cuerpos descuartizados, y los demás en calidad de reserva. Los rostros de los sobrevivientes mostraban las penurias padecidas y un color amarillo-rosado extraño, con la piel pegada a los huesos.
Roberto Canessa describiría así el momento del impacto:
Recuerdo un poco el impacto. Me golpeé la cabeza y además me quedó un ojo hinchado, el impacto no fue tan fuerte como debiera haber sido...el avión empezó a deslizarse y se fue frenando, así el golpe no fue tan intenso.
A pesar de las dudas iniciales, los sobrevivientes pronto reconocieron y justificaron que habían tenido que recurrir a la antropofagia para poder sobrevivir. En un principio lo negaron, alegando que en Mendoza habían adquirido grandes cantidades de chocolates, conservas, queso y licores. Pero el hecho quedó al descubierto cuando los diarios chilenos El Mercurio y La Tercera de la Hora publicaron fotografías de restos humanos cerca del fuselaje, tomadas por el Cuerpo de Socorro Andino (CSA) y que no se habían dado a conocer. Los supervivientes se vieron obligados a dar una conferencia de prensa para hablar del asunto. Agradecieron profundamente la comprensión de familiares de los fallecidos, quienes los apoyaron en todo momento: «Ellos [los familiares] dijeron que menos mal que había 45 para que podamos tener 16 hijos de vuelta. Nos quieren como hijos. Supongo que en su yo más íntimo cuando nos ven piensan por qué sobrevivimos nosotros y no sus hijos. Es un sentimiento humano lógico».

lunes, 19 de diciembre de 2016

Las Posadas de Acolman


El Convento de San Agustín Acolman está construido justo donde vivieron los alcolhuas durante la época prehispánica Inicialmente dominados por sus vecinos de Texcoco y luego por los mexicas, los alcolhuas recibieron pacíficamente a los agustinos, una de las cuatro primeras órdenes religiosas en llegar a tierras americanas
Por su parte, los agustinos se mantuvieron siempre en el marco de un humanismo radical, que los hizo respetuosos de la moralidad de los indígenas y buscó los medios más ingeniosos para llegar a ellos y evangelizarlos
La pacífica reacción de los alcolhuas y el entusiasmo de los agustinos en su labor catequista propició un ámbito de enriquecimiento mutuo, que se hace evidente en la historia y arquitectura de Acolman
Un ejemplo de ello es la hermosa cruz atrial del templo, con relieves renacentistas y el rostro de Jesús en relieve justo en el cruce de los ejes Con extrema sensibilidad, los agustinos no se permitieron la reproducción del cuerpo crucificado, pues temieron que los alcolhuas lo relacionaran con el rito del sacrificio humano
Pero si bien evitaron que cualquier elemento católico recordara a los alcolhuas sus creencias pasadas, los agustinos aprovecharon coincidencias calendáricas para acercar a la población a la fe occidental Una de estas coincidencias fue la que dio origen a la tradición de las posadas Aquí la historia
Previo a la conquista, los alcolhuas celebraban durante el mes de Panquetzaliztli las fiestas consagradas a Huitzilopochtli, el dios de la guerra Dichas celebraciones caían entre el 7 y el 26 de diciembre, es decir, coincidían con la víspera de Navidad y la Noche Buena
Sin alterar la tradición local, a excepción del culto a Hutzilopochtli, los agustinos arraigaron la costumbre de las misas de “aguinaldo”, las cuales se enriquecieron y matizaron durante varios siglos, hasta convertirse en las tradicionales posadas
Si queremos una fecha oficial del inicio de estas fiestas, podríamos considerar la de 1587, cuando Fray Diego de Soria obtuvo el permiso del Papa Sixto V para celebrar las misas “de aguinaldo” entre el 16 y el 24 de diciembre en la iglesia de Acolman
Ya podemos imaginarnos el cuadro: al término de la misa, la población de Acolman se daba cita en el atrio para disfrutar la verbena, durante la cual los mismos indígenas, aleccionados por los agustinos, representaban pasajes o escenas navideñas que, al tiempo que promovían el arte del teatro entre los naturales, los acercaba también al catolicismo Eran noches frías y de árboles secos, pero el atrio se vestía de fiesta, y los alcolhuas, quizá en un principio por la inercia de sus antiguas celebraciones, vieron con agrado la idea de los religiosos y la enriquecieron con sus propias costumbres
Viendo esta disposición de los indígenas y también su gusto innato por el teatro, los agustinos consolidaron la representación de pasajes navideños y diseñaron una novena de oración En ella, resumían el viaje de San José y María de Nazaret a Belén, donde nació Jesús Esta novena de oración se cantaba y rezaba en las ocho noches previas al 24 de diciembre, fecha en la que culminaba la novena y se celebraba el nacimiento del Mesías
Durante estas peregrinaciones o posadas, las imágenes o figuras de María y José solicitaban alojamiento en las diferentes casas del barrio, lo cual permitía a toda la población involucrarse en la historia de los peregrinos
En su afán por sensibilizar a los alcolhuas en los valores del catolicismo, los agustinos promovieron también las pastorelas, historias en las que el bien y el mal, representadas en las figuras del arcángel Gabriel y el Diablo, se disputan las almas de los pastores, quienes pasan duras pruebas antes de llegar victoriosos a ver al Mesías en el pesebre
Las misas de aguinaldo y las representaciones decembrinas pronto se enriquecieron con el resplandor de las luces de bengala, los cohetes, el color de las piñatas y la dulzura de los villancicos Las nueve noches se iluminaron y adquirieron un brillo místico, cargado de una religiosidad que ha perdido con el tiempo
Durante la época colonial, la celebración de las posadas abandonó los atrios y se arraigó en los hogares y vecindades de las ciudades y poblados novohispanos La gente añadió el convite de los participantes a cenas generosas, donde las cocineras se lucían con exóticos sabores, característicos de las distintas zonas de la Nueva España Y para hacer redondo el goce, también se introdujo el baile, bien arraigado desde entonces en el gusto de los habitantes de la ciudad de México
Con estos y muchos otros elementos que añadió el pueblo a las posadas, estas celebraciones adquirieron un carácter menos solemne que el que tenía en sus inicios Actualmente, y de manera especial en las grandes ciudades, las tradicionales posadas son el pretexto para reuniones familiares o sociales, pero ha sido prácticamente despojadas del sentido religioso que les dio origen
Sin embargo, en Acolman las posadas siguen siendo las mismas Sus sobrios muros, que vieron nacer esta colorida costumbre, siguen siendo el mejor escenario para éstas Conforme se acerca diciembre, la gente de Acolman se prepara para celebrar la Navidad como antaño: misas, rezos, “pedir posada”, pastorela, piñatas, verbena, cohetes, luz, color
Es entonces cuando el antiguo templo cambia su apariencia sobria, y por esos días, ni la grandeza de las cercanas pirámides de Teotihuacan logra opacar su resplandor navideño Acolman parece regresar a sus primeros años de vida, cuando los agustinos, sin sospecharlo si quiera, dieron forma a una de las tradiciones más atractivas y antiguas de México.

Fuente: Proceso.com.mx

El Cascanueces Ballet

La obra fue estrenada el 17 de diciembre de 1892, en el teatro Mariinsky de San Petersburgo bajo la coreografía de Lev Ivanov, el libro de Marius Petipa y la música de Piotr I. Tchaikovsky.
La primera historia que se conoce de El Cascanueces está basada en el libro de cuentos de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, titulado “El Cascanueces y el Rey de los ratones” (1816).
Sin embargo, el argumento que daría vida años más tarde al ballet de Tchaikovsky, deriva de una adaptación que Alejandro Dumas (padre) hiciera del texto de Hoffmann.
Ballet en dos actos y 5 escenas.
Acto I
Escena 1
Es Navidad. Entre los invitados que llegan a la casa de la familia Shtalbaun se encuentra Drosselmeier -el preferido por los niños. Impacientes, los pequeños esperan que en el árbol se enciendan las luces de colores.
Llega el mago con su regalo para los niños: un teatro de marionetas. La fiesta continúa; los abuelos también bailan superando los achaques propios de su edad mientras los niños juegan.
Las marionetas Colombina, Arlequino y Saracinos inician su baile. Todos están muy emocionados cuando el mago se quita su máscara: es Drosselmeier. Clara y Fritz, los hijos de Shtalbaun le piden a Drosselmeier que les regale las marionetas pero éstas ya se las han llevado. En su lugar les regala un ridículo muñeco cascanueces. Fritz arrebata el muñeco a Clara y lo rompe. Ésta le consuela echándole en la cama. Los invitados abandonan la casa después del baile para finalizar la fiesta navideña.
Escena 2
Ha anochecido y la habitación donde se encuentra el árbol adquiere un aire misterioso, casi milagroso.
Asustada, Clara va a ver a su muñeco enfermo Cascanueces. Melancólica observa como un búho se convierte en Drosselmeier mientras la mira con una sonrisa burlona.
A su señal, del suelo aparecen ratones encabezados por su Rey. Clara quiere huir pero las fuerzas la abandonan y sólo consigue acercarse al árbol que muy deprisa empieza a crecer, mientras todo a su alrededor cambia. Los soldados de plomo cobran vida y, encabezados por Cascanueces, inician una batalla contra los ratones. Las fuerzas son desiguales, van venciendo los ratones cuando Cascanueces se queda sólo ante el ejército de roedores.
Clara lanza un zapato al Rey de los Ratones y consigue ahuyentarlos. Cascanueces yace en el suelo. Clara se acerca a él: es un joven príncipe. Él la mira agradeciendo su ayuda.
Escena 3
La habitación se convierte en un bosque invernal. Unos levísimos copos de nieve bailan milagrosamente mientras una estrella del árbol atrapa a Clara y al Príncipe Cascanueces como en un sueño, introduciéndolos en una carroza que les conducirá hasta la cima del árbol.
Acto II
Escena 4
Juntos inician su viaje hacia la cima del árbol, pero los ratones les alcanzan entablándose una nueva batalla. En esta ocasión Cascanueces sale vencedor. Llegan al reino de los muñecos donde son recibidos por doce pajes. El Príncipe narra lo sucedido y cuenta como Clara le salvó, motivo por el que todos muestran su agradecimiento, celebrando una gran fiesta en honor de ambos.
Se despiden del reino de las Nieves y siguen su camino por el Río de la Limonada hasta llegar al Reino de las Golosinas donde la Reina de los Dulces los espera con un agasajo en su honor en donde varios bailarines de distintas partes del mundo bailan para ellos.
Escena 5
Finalmente, el mundo de ensueño de Clara se desvanece y ella se despierta dándose cuenta que todo ha sido un sueño.
Sus padres van a buscarla para que salga al portón a despedir a su padrino Drosselmeyer quien junto con Daniel regresa a su taller de relojes y muñecos.

domingo, 11 de diciembre de 2016

La historia de las Mañanitas a la Virgen de Guadalupe

El Sr. Carlos Salinas Saucedo fue el productor de “Las Mañanitas” a la Virgen de Guadalupe durante 45 años, hasta 1997.
Entrevistado por Desde la fe, comentó: “Empecé a trabajar en TV el 13 de septiembre de 1951. En diciembre de aquel año, el Sr. Emilio Azcárraga le pidió a Roberto Keni, quien se encargaba de los eventos especiales de Televisa, que fuéramos a la Basílica a transmitir desde ahí para que la gente pudiera ver a la Virgen de Guadalupe en los poquísimos televisores que había en México; sin embargo, en aquella ocasión, las autoridades no nos permitieron entrar porque pensaron que la gente se iba a molestar.
A partir de 1952 se comenzaron a hacer tres controles remotos. El primero a las 23:00 horas del 11 de diciembre, y el segundo a las 5:00 horas del 12 de diciembre; éste era muy importante porque a esa hora se reunían varios artistas de la XEW en la Glorieta de Peralvillo, luego de que salían de trabajar en los cabarets. Caminaban sobre la Calzada de Guadalupe y llegaban a la Basílica al rededor de la cinco de la mañana para cantarle a la Virgen.
“Todo era espontáneo, no había una organización. Había un micrófono colocado en la Colegiata y cualquier artista o trío lo podía tomar para cantarle a la Virgen. Así llegaron el maestro Ferrusquilla y otros artistas; incluso, recuerdo a un señor que tocaba melodías golpeando su serrucho. Nosotros transmitíamos todo eso desde las 5:00 hasta la 6:00 de la mañana. Luego cortábamos la transmisión para reanudar a las 11:00 de la mañana, calculando la hora de la procesión de la Bendición de las Rosas, a la que acudían obispos y otras personalidades. Ellos salían por la parte lateral de la Basílica antigua, caminaban por el costado y entraban por la puerta principal. En ese inter podíamos tomarlos con nuestras cámaras, pero no podíamos transmitir las ceremonias religiosas porque estaba prohibido. Así ocurrió hasta el año de 1955. El conductor oficial era Paco Malgesto, quien nunca falló a esta cita”.
“En la transmisión nocturna se invitaba a algún sacerdote o intelectual a que hiciera comentarios acerca de la Virgen. Entonces, Rafael Solana, lo tengo muy presente, dijo en 1955, faltando diez minutos para las 12:00 de la noche: “Faltan 10 minutos para la medianoche, cuando todo el pueblo de México le va a cantar las Mañanitas a la Virgen de Guadalupe”.
“Para esto, yo ya estaba dirigiendo la transmisión y miré a Gustavo Olguín, quien en aquellos días era el Director de Eventos especiales, y le dije: “Oye Gustavo, no hay Mañanitas”. Luego le dijo al floor manager: “Dile a Rafael Solana que no ande diciendo eso porque no están programadas las Mañanitas”.
“Nosotros estábamos en el camión de Control Remoto. Teníamos una cámara arriba del camión y equipo de luz para iluminar la fachada de la Basílica. Entonces le dije a uno de los ingenieros: ‘¿Cuánto te tardas en sacar un monitor y colocarlo arriba del camión?’. –Nada–, respondió.
“Entonces, un técnico subió el monitor y la gente se aglomeró para verlo. En ese momento mandé poner un micrófono y le dijo a Gustavo Olguín: ‘súbete al techo del camión y organiza unas Mañanitas’. Gustavo era muy hábil para eso. Se quitó la cachucha y dijo a la gente: ‘Vamos a cantar unas Mañanitas’. Todos hicieron un pequeño ensayo, y cuando llegó el momento, contó hasta tres y todos cantaron”.
Esas fueron las primeras Mañanitas, improvisadas, a un costado del atrio de la recién inaugurada Plaza de las Américas. Las Mañanitas fueron desde el exterior porque, como aún no había relaciones entre México y la Santa Sede, estaba prohibido transmitir desde el interior.
“Al año siguiente ya estaba Mons. Shulemburg como Abad de la Basílica de Guadalupe y a él le pedí permiso para llevar a un grupo de artistas con la intención de que cantaran a las 12:00 de la noche. Él me respondió que era difícil porque algunos padres del Cabildo eran muy conservadores, pero finalmente dijo: ‘tu tráelos, no a muchos, y a ver cómo le hacemos’”.
“Entonces invité a Lola Beltrán, la máxima voz; a María Victoria, que gozaba de gran popularidad; a Juan Torres, porque tocaba el órgano; invité a Tomás Méndez porque tenía mucha influencia en la XEW, a la Tariácuri que sólo fue uno o dos años, además de un mariachi. Total, cantamos en un rinconcito, salió en la TV y gustó. Y esto se repitió varios años. Con el tiempo mi problema fue organizar a todos los artistas que querían participar en las Mañanitas a la Virgen. Al principio sólo se transmitían en México, pero poco a poco se fueron agregando cámaras de otros países”.
Al Sr. Carlos Salinas Saucedo le llegaban reportes de que en Estados Unidos cerraban las calles y ponían los televisores en los aparadores de los comercios. Era una gran fiesta para esperar Las Mañanitas entre los migrantes. Todo esto ayudó a alimentar la fe y el fervor de los fieles.
“Hay que decir que los primeros años la gente cantaba, además de las Mañanitas, todo tipo de canciones. El Pirulí, por ejemplo, cantó Felicidad. Entonces empezamos a buscar que los compositores abordaran temas más propios para la Basílica. María Victoria, por ejemplo, estrenó más de 25 canciones para la Virgen de Guadalupe”.
Cuenta que en un momento especial fue Julio Iglesias, Raphael y otros artistas extranjeros famosos, pero a la gente le interesaban más los artistas mexicanos, como el Bukkie, “quien en cierta ocasión llegó a mi oficina y me dijo que quería cantar para la Virgen. Después de su presentación vendió 750 mil discos de su canción”.
También iban algunos toreros, como por ejemplo David Lisiaga, quien incluso en una ocasión llegó en silla de ruedas tras haber sido cornado.
“Hay cientos de anécdotas en torno a las Mañanitas. Por ejemplo, en cierta ocasión tuve necesidad de salir del camión de transmisiones, pero no pude porque había tanta gente acostada en el piso que me fue imposible bajar. A partir de aquella experiencia, al otro año llevé a mi hija y le pedí que hiciera algunas entrevistas a le gente, pues me dolía que estuvieran a la intemperie, con hambre, cansados… Cuando regresó mi hija me dijo que la mayor parte de las personas, lejos de expresar molestias, declararon que era el día más feliz del año, porque no importaban las penurias con tal de estar al lado de la Virgen de Guadalupe en su cumpleaños, y cantarle las Mañanitas”.