El Convento de San Agustín Acolman está construido justo donde vivieron los alcolhuas durante la época prehispánica Inicialmente dominados por sus vecinos de Texcoco y luego por los mexicas, los alcolhuas recibieron pacíficamente a los agustinos, una de las cuatro primeras órdenes religiosas en llegar a tierras americanas
Por su parte, los agustinos se mantuvieron siempre en el marco de un humanismo radical, que los hizo respetuosos de la moralidad de los indígenas y buscó los medios más ingeniosos para llegar a ellos y evangelizarlos
La pacífica reacción de los alcolhuas y el entusiasmo de los agustinos en su labor catequista propició un ámbito de enriquecimiento mutuo, que se hace evidente en la historia y arquitectura de Acolman
Un ejemplo de ello es la hermosa cruz atrial del templo, con relieves renacentistas y el rostro de Jesús en relieve justo en el cruce de los ejes Con extrema sensibilidad, los agustinos no se permitieron la reproducción del cuerpo crucificado, pues temieron que los alcolhuas lo relacionaran con el rito del sacrificio humano
Pero si bien evitaron que cualquier elemento católico recordara a los alcolhuas sus creencias pasadas, los agustinos aprovecharon coincidencias calendáricas para acercar a la población a la fe occidental Una de estas coincidencias fue la que dio origen a la tradición de las posadas Aquí la historia
Previo a la conquista, los alcolhuas celebraban durante el mes de Panquetzaliztli las fiestas consagradas a Huitzilopochtli, el dios de la guerra Dichas celebraciones caían entre el 7 y el 26 de diciembre, es decir, coincidían con la víspera de Navidad y la Noche Buena
Sin alterar la tradición local, a excepción del culto a Hutzilopochtli, los agustinos arraigaron la costumbre de las misas de “aguinaldo”, las cuales se enriquecieron y matizaron durante varios siglos, hasta convertirse en las tradicionales posadas
Si queremos una fecha oficial del inicio de estas fiestas, podríamos considerar la de 1587, cuando Fray Diego de Soria obtuvo el permiso del Papa Sixto V para celebrar las misas “de aguinaldo” entre el 16 y el 24 de diciembre en la iglesia de Acolman
Ya podemos imaginarnos el cuadro: al término de la misa, la población de Acolman se daba cita en el atrio para disfrutar la verbena, durante la cual los mismos indígenas, aleccionados por los agustinos, representaban pasajes o escenas navideñas que, al tiempo que promovían el arte del teatro entre los naturales, los acercaba también al catolicismo Eran noches frías y de árboles secos, pero el atrio se vestía de fiesta, y los alcolhuas, quizá en un principio por la inercia de sus antiguas celebraciones, vieron con agrado la idea de los religiosos y la enriquecieron con sus propias costumbres
Viendo esta disposición de los indígenas y también su gusto innato por el teatro, los agustinos consolidaron la representación de pasajes navideños y diseñaron una novena de oración En ella, resumían el viaje de San José y María de Nazaret a Belén, donde nació Jesús Esta novena de oración se cantaba y rezaba en las ocho noches previas al 24 de diciembre, fecha en la que culminaba la novena y se celebraba el nacimiento del Mesías
Durante estas peregrinaciones o posadas, las imágenes o figuras de María y José solicitaban alojamiento en las diferentes casas del barrio, lo cual permitía a toda la población involucrarse en la historia de los peregrinos
En su afán por sensibilizar a los alcolhuas en los valores del catolicismo, los agustinos promovieron también las pastorelas, historias en las que el bien y el mal, representadas en las figuras del arcángel Gabriel y el Diablo, se disputan las almas de los pastores, quienes pasan duras pruebas antes de llegar victoriosos a ver al Mesías en el pesebre
Las misas de aguinaldo y las representaciones decembrinas pronto se enriquecieron con el resplandor de las luces de bengala, los cohetes, el color de las piñatas y la dulzura de los villancicos Las nueve noches se iluminaron y adquirieron un brillo místico, cargado de una religiosidad que ha perdido con el tiempo
Durante la época colonial, la celebración de las posadas abandonó los atrios y se arraigó en los hogares y vecindades de las ciudades y poblados novohispanos La gente añadió el convite de los participantes a cenas generosas, donde las cocineras se lucían con exóticos sabores, característicos de las distintas zonas de la Nueva España Y para hacer redondo el goce, también se introdujo el baile, bien arraigado desde entonces en el gusto de los habitantes de la ciudad de México
Con estos y muchos otros elementos que añadió el pueblo a las posadas, estas celebraciones adquirieron un carácter menos solemne que el que tenía en sus inicios Actualmente, y de manera especial en las grandes ciudades, las tradicionales posadas son el pretexto para reuniones familiares o sociales, pero ha sido prácticamente despojadas del sentido religioso que les dio origen
Sin embargo, en Acolman las posadas siguen siendo las mismas Sus sobrios muros, que vieron nacer esta colorida costumbre, siguen siendo el mejor escenario para éstas Conforme se acerca diciembre, la gente de Acolman se prepara para celebrar la Navidad como antaño: misas, rezos, “pedir posada”, pastorela, piñatas, verbena, cohetes, luz, color
Es entonces cuando el antiguo templo cambia su apariencia sobria, y por esos días, ni la grandeza de las cercanas pirámides de Teotihuacan logra opacar su resplandor navideño Acolman parece regresar a sus primeros años de vida, cuando los agustinos, sin sospecharlo si quiera, dieron forma a una de las tradiciones más atractivas y antiguas de México.
Fuente: Proceso.com.mx
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