7 DE FEBRERO DE 1964
Hace cincuenta y seis años, la televisión era nueva y sus posibilidades apenas empezaban a ser descubiertas y entendidas. Brian Esptein , sagaz, apostó por ese medio de comunicación como la “punta de lanza” que necesitaba para su ambición: la conquista de Estados Unidos por parte de los Beatles.
El problema era que los estadounidenses –en plena prosperidad de la posguerra y con su posición de superpotencia– no sentían que necesitaran algo de Inglaterra..., mucho menos a un cuarteto de jovencitos.
Poco importaba que, a finales de 1963, el cuarteto de Liverpool dominase las listas de popularidad inglesas, que la prensa de su país los adorara, la creciente masa de seguidores y que la mismísima familia real se hubiese rendido a su encanto cuando actuaron en la Royal Command Performance. Después de esta presentación, el Daily Mirror dio en la tecla adecuada al denominar el fenómeno como “beatlemanía”.
El 5 de noviembre de 1963, con las notas de prensa debidamente empacadas, Epstein viajó a Nueva York, la tierra prometida, para entrevistarse con Ed Sullivan.
¡Vienen los Beatles! Como en el retrato de ambas naciones hecho por Oscar Wilde en El fantasma de Canterville, los estadounidenses se veían como símbolos de lo moderno y el progreso; percibían a los ingleses como gente old fashion . Además, el rock era un invento de los Estados Unidos, y de las islas británicas solo podían venir pálidas imitaciones.
Sin embargo, Epstein era terco y su apuesta por la televisión no era gratuita. En octubre de ese 1963, Brian había entendido el poder de aquel medio luego de que las ventas de discos de los Beatles se cuadruplicasen tras su aparición en el programa de variedades de más importante de la BBC.
Si la tele era la punta de lanza, el Show de Ed Sullivan debía ser la cabeza de playa para conquistar un país tan vasto como los Estados Unidos. Sullivan los conocía pues en octubre de ese 1963 había sido testigo del histérico recibimiento del grupo en el aeropuerto Heathrow, de Londres, por parte de sus seguidores
No en vano, Sullivan –un tipo con la pinta de funcionario de pompas fúnebres– mandaba los domingos por la noche: tenía olfato para saber lo que entretendría al público –llevaba ya 25 años en ello–, como cuando presentó a Elvis Presley.
Ed quería a los Beatles, aunque para él solo eran una curiosidad y, como tal, deseaba presentarlos una sola vez; pero Epstein “se plantó en sus 13” y consiguió tres presentaciones (una de ellas, grabada) con sus muchachos como número de estelar.
El estallido.
El 7 de febrero de 1964, los Beatles llegaron en el vuelo 101 de Pan Am –a bordo por una aturdidora campaña de publicidad– al aeropuerto recién bautizado como John F. Kennedy, en memoria del presidente asesinado, cuyo duelo Estados Unidos no superaba aún, y con la “música de fondo” de lo que sería la banda sonora de la beatlemanía: un griterío largo, profundo y sostenido producido mayoritariamente por gargantas de jovencitas. Sin embargo, no solo estaban muchachas entre las 4.000 personas que llegaron ese frío día al aeropuerto.
Los Beatles llegaron al aeropuerto John F. Kennedy, de Nueva York, el 7 de febrero de 1964. Unos 4.000 seguidores los esperaban, con lo que el fenómeno conocido como la “beatlemanía” tomaba el mundo por asalto.
Los Beatles llegaron al aeropuerto John F. Kennedy, de Nueva York, el 7 de febrero de 1964. Unos 4.000 seguidores los esperaban, con lo que el fenómeno conocido como la “beatlemanía” tomaba el mundo por asalto. Fotografía: Archivo. ampliar
De inédito que era, nadie entendió entonces el asunto. Lo que pasaba era que los adolescentes ( teenagers) habían hecho su presentación en sociedad con la música rock como estandarte. Aquel grupo –nacido después de 1945– creció como nunca, entre otras razones, porque la temida III Guerra Mundial no llegó a suceder y había dejado una generación completa casi intacta.
Los “teenagers” eran un mercado vasto, inexplorado y –lo más importante– dispuesto a gastar no solo en discos de sus consentidos; también quería todos los artículos posibles, por más ridículos que estos fuesen.
Un apunte: I Want to Hold Your Hand (Quiero estrechar tu mano) vendió un cuarto de millón de ejemplares en los tres primeros días de su salida al mercado (17 de diciembre de 1963). Los vendió a pesar de que su sello disquero, Capitol Records, tenía reservas acerca del grupo y se resistía a editar el acetato. Fue el primer número de los Cuatro Grandes publicado en Estados Unidos
Muchos de quienes fueron aquel día en la vida al JFK lo hicieron impulsados por la promesa de recibir una camiseta; tampoco debieron permanecer indiferentes a los constantes reportes, en “hora beatle”, acerca del paso del cuarteto sobre el Atlántico; para ellos –y para quienes no fueron ese 7 de febrero– debió de ser imposible dejar de ver a Nueva York tapizada de calcomanías con la leyenda “The Beatles are coming” (Los Beatles vienen).
¡Aquí están! John Lennon, Paul McCartney, George Harrison (menor de edad) y Ringo Starr aterrizaron en el JFK. Setenta y siete días antes, los Estados Unidos habían perdido la inocencia por culpa de una bala en la cabeza de su joven y popular presidente Kennedy, lo más parecido a la realeza en la tierra del tío Sam. No en balde, su presidencia fue conocida como “Camelot”, el mítico castillo del rey Arturo.
Los cuatro jóvenes de Liverpool llegaron a un país sumido en un profundo duelo, que deseaba algo para salir de su estado de shock . Este “algo” fue un grupo de música pop , que sorteó a un grupo de periodistas dispuestos a destrozarlos y a exponerlos como un fraude. No, no lo eran.
Fogueados en los ásperos ambientes de bares de mala muerte de Hamburgo y Liverpool, con delincuentes y pendencieros entre su público habitual, los cuatro supieron lidiar con la hostilidad de la prensa estadounidense.
Pocos no salieron encantados con la fresca irreverencia y la simpatía inesperada de esos chicos ingleses. Sabían tocar, como lo demostraron ese domingo 9 de febrero, como lo demostrarían en el resto de los seis años que permanecieron, como lo ha confirmado este medio siglo.
Fueron unos días de locos para Ed Sullivan, a quien el mundo se le volcó de todas las formas imaginadas por la presencia de los Beatles; por ejemplo, recibió 50.000 solicitudes de ingreso en un estudio de 728 plazas.
Aquel 9 de febrero de 1964, luego de que Ed Sullivan pronunciara las que deben de ser las palabras más importantes en la historia del rock & roll (“Damas y caballeros..., ¡los Beatles están aquí!”), los muchachos tocaron por 10 minutos ante 73 millones de personas que deseaban ver de qué iba todo el escándalo alrededor de ese grupo de Liverpool. La policía neoyorquina no reportó un solo incidente, y ni una copa de carro se robaron durante esos minutos.
Fuente: El país
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