lunes, 22 de agosto de 2016

Astor y Blanco: En honor al Heroíco Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de México.


 Una explosión en particular conmueve a la opinión pública. Bombas incendiarias explotan en los almacenes Astor y Blanco, en pleno Centro Histórico de la Ciudad de México. Los separa una cuadra de distancia. Los incendios cobran proporciones mayores y Astor se derrumba sepultando a nueve bomberos que mueren calcinados bajo sus escombros. Algo parecido ocurría en la tienda Blanco.

El sábado 13 de mayo de 1978, varias bombas fueron colocadas en la tienda Astor, que estuvo en la esquina de Isabel la Católica y Venustiano Carranza, una de las tiendas departamentales más grandes de la ciudad. La primera explotó en el departamento de artículos escolares, como resultado se desató uno de los peores incendios hasta la fecha. Los bomberos combatieron el fuego durante varias horas, pero el edificio quedó completamente destruido.


Media hora después de los bombazos de Astor, más bombas detonaron en la tienda Blanco, Los dos edificios terminaron derrumbándose a causa de la fuerza de las explosiones y de la magnitud de los incendios. Millones de pesos en pérdidas.

Los bombazos y consecuentes incendios, mataron a 58 personas, entre bomberos, clientes y trabajadores. Como resultado de las investigaciones, se atribuyeron las explosiones a un atentado de la organización guerrillera Unión del Pueblo. En su lugar fue creada una plaza que hoy es parte de un edificio de Banamex.



miércoles, 10 de agosto de 2016

119 Años de la Aspirina de Bayer

Desde el principio de la humanidad el hombre ha sentido dolor "físico" que ha necesitado calmar. Los remedios más antiguos se encontraban en la misma naturaleza. Raíces, cortezas y hojas, de diferentes vegetales como el sauce, la mandrágora, la adormidera y el cáñamo eran las fuentes sanativas más conocidas. La corteza de sauce en concreto ha sido desde tiempo inmemorial el tratamiento contra la fiebre y el dolor. Es decir, un antipirético y analgésico. A partir de la Edad Media y hasta entrado el siglo XVIII la corteza de sauce quedó olvidada como tratamiento curativo y el analgésico más utilizado por la clase médica era entonces el opio.

En 1763 Edward Stone presentó un informe en la Real Sociedad de Medicina Inglesa donde detallaba las propiedades terapéuticas de la corteza del sauce blanco (Salix Alba), cuyos extractos había suministrado, con éxito, a 50 pacientes con fiebre. En 1828, científicos alemanes sintetizaban el principio activo de la corteza del Salix Alba, una sustancia amarillenta que formaba cristales de sabor muy amargo que se llamó salicina.
Diez años más tarde, se encontró una fórmula químicamente más simple dando lugar al ácido salicílico. Poco a poco se descubrieron nuevas fuentes para obtener esta sustancia. La Spirea ulmaria, nombre que inspira Aspirina, producía una sustancia llamada ácido spírico. Pronto, se cayó en la cuenta de que ácido salicílico y ácido spírico era una misma sustancia procedente de dos fuentes. Para prevenir la posible escasez de estas sustancias en un futuro no lejano, se vio la necesidad de sintetizarlas. En 1859, Kolbe logró sintetizar ácido salicílico. Antes de lograr esta síntesis, un químico francés llamado Charles Frédéric Gerhardt había conseguido acetilar la salicina en unos experimentos realizados en 1853 que quedaron relegados en el olvido, aun habiendo sido recogidos en la literatura científica de su tiempo. Los experimentos de este químico francés fueron la referencia de Félix Hoffmann para llegar al descubrimiento del ácido acetilsalicílico.
Bayer era una compañía dedicada a la industria de la fabricación de tintes, antes de descubrir su primer medicamento, la Fenacetina. Este medicamento resultaba del paranitrofenol, sustancia almacenada en la fábrica de Bayer como derivado en la fabricación de los tintes. Otro producto utilizado para la producción de tintes, la acetanilina, y había sido administrado de manera fortuita a unos pacientes con infecciones parasitarias. Los resultados fueron desconcertantes, aquella sustancia no había curado la infección pero sí había aliviado la fiebre que sufrían estos pacientes. La acetanilina y el paranitrofenol eran muy semejantes químicamente. Carl Duisberg, supervisor del departamento de patentes e investigación de Bayer, no perdió el tiempo y decidió investigar todas las vías posibles para conseguir un nuevo antipirético a partir del paranitrofenol. Conseguido su objetivo en 1888, Duisberg comercializó este nuevo medicamento bajo el nombre de Fenacetina. El éxito de este primer medicamento animó a la compañía a construir una nueva planta de laboratorios Bayer, en Elberfeld, donde se ubicaron más de 90 químicos investigando a tiempo completo. Aquí, Duisberg formó un segundo grupo dedicado, única y exclusivamente, a la investigación de nuevos fármacos. Esta nueva sección contaba con dos áreas independientes, una encargada de investigar nuevos fármacos dirigida por Arthur Eichengrün, y otra dirigida por Heinrich Dreser, encargada de asegurar que los nuevos fármacos obtenidos tuvieran una utilidad terapéutica que los médicos aceptaran y reconocieran. Uno de los primeros proyectos de Eichengrün fue investigar las posibilidades de obtener una variante del ácido salicílico con menos efectos secundarios.
Este trabajo fue delegado a un joven químico llamado Félix Hoffmann. Su padre sufría de un reumatismo crónico tratado con ácido salicílico que se acompañaba de importantes efectos secundarios. El interés del joven químico garantizaba el éxito de la investigación. El 10 de Agosto de 1897 Hoffman describía la forma en que había conseguido la síntesis del ácido acetilsalicílico, AAS, comercializado dos años más tarde bajo el nombre de Aspirina. El descubrimiento lo había basado en unos escritos encontrados del pasado de un químico francés. Charles Frédéric Gerhardt había logrado esta síntesis acetilada de la salicina, pero sin la estabilidad ni la pureza química suficiente como para ser aprobado ante la clase médica. Hoffmann consiguió un producto químicamente puro y estable. Una vez lograda esta síntesis, el departamento de investigación pasó la fórmula al departamento de prueba y comercialización. Dreser rechazó el descubrimiento por la aparente falta de novedad y por la relación que el producto guardaba con la acción cardiotóxica. Ante la negativa, Eichengrün probó el AAS sin apreciar ningún efecto negativo en su corazón. Los resultados fueron extraordinarios, eficaz contra la fiebre, dolores articulares y de cabeza, y menos efectos secundarios que el ácido salicílico. El fármaco conseguido del proceso de acetilación del ácido salicílico se patentó y comercializó con el nombre de Aspirina en el año 1899.
Ya en los primeros diez años de vida, Aspirina era conocida a nivel mundial. Pero las consecuencias de la Primera Guerra Mundial llegaron a los laboratorios Bayer en EE.UU. La patente de Aspirina había prescrito en EE.UU., las instalaciones fueron subastadas y otras compañías comenzaron a vender ácido acetilsalicílico a precios competitivos. El potencial industrial norteamericano hacía temblar incluso las ventas de la Bayer alemana a terceros países, donde también estaba llegando la producción norteamericana. Las presiones comerciales sucedieron a las políticas en poco tiempo. En la segunda mitad de siglo, nuevos productos contra el dolor hicieron su aparición, pero ninguno de ellos poseía las cualidades antiinflamatorias de Aspirina, ni la pureza y estabilidad de su estructura química. En 1985 Margaret Heckler, secretaria del Servicio de Salud norteamericano, anunció que una Aspirina diaria ayudaba a las personas que ya habían sufrido un infarto de miocardio en la prevención de nuevos ataques de isquemia coronaria con un frasco de Aspirinas en la mano.
En 1971 Vane describe su efecto inhibidor de la síntesis de prostaglandinas a partir del ácido araquidónico en el animal de laboratorio. Smith y Willis, en el mismo año, demuestran que bloquea de forma irreversible la producción de tromboxano en las plaquetas humanas. En la década de los ochenta se profundiza más en sus propiedades antitrombóticas y se conocen más a fondo los mecanismos por los que se produce su efecto antiinflamatorio.
Aspirina es hoy un producto registrado en más de 70 países de todo el mundo. Así mismo, es objeto de numerosas investigaciones científicas tanto básicas como clínicas.

martes, 9 de agosto de 2016

9 de Agosto de 1945, La Segunda opción Nagasaki

La ciudad de Nagasaki había sido uno de los puertos más grandes en la parte sur de Japón y tuvo gran importancia durante la guerra por su gran actividad industrial, incluyendo la producción de artillería, barcos, equipo militar, así como otros materiales de guerra.
En contraste con el aspecto moderno de Hiroshima, la mayoría de los hogares eran de tipo antiguo: edificios de madera en su totalidad y piso de azulejo. Muchas de las pequeñas industrias también estaban alojadas en edificios de madera y no contaban con la infraestructura necesaria en caso de explosión. Debido a que la ciudad creció sin un ordenamiento ni planificación adecuada, era común encontrar hogares adyacentes a fábricas a lo largo de todo el valle.
Nagasaki nunca sufrió un bombardeo a gran escala antes de la explosión nuclear, aunque el primero de agosto de 1945 algunas bombas fueron arrojadas sobre la ciudad. Algunas de ellas dieron en astilleros y puertos de la parte suroeste de la ciudad, otras hicieron blanco en la fábrica de Mitsubishi y seis de ellas cayeron sobre la Escuela Médica y Hospital de Nagasaki. A pesar de que el daño se puede considerar como reducido, el bombardeo creó preocupación entre los habitantes y mucha gente, especialmente niños, fueron evacuados hacia las zonas rurales.
Durante la mañana del 9 de agosto de 1945, el B-29 Bockscar, pilotado por el mayor Charles W. Sweeney, transportó el arma nuclear llamada Fat Man con la intención de lanzarla sobre Kokura como blanco principal y Nagasaki como objetivo secundario. El plan para esta misión fue prácticamente idéntico al de Hiroshima: Dos B-29 volando una hora antes sobre el objetivo con la finalidad de hacer el reconocimiento de las condiciones climáticas y dos B-29 más acompañando el bombardero con instrumentación. Sweeny despegó con la bomba armada, aunque con los seguros eléctricos puestos.
Los B-29 enviados como observadores climatológicos informaron que ambos objetivos estaban despejados. El bombarderoBockscar arribó al punto de reunión pero la tercera aeronave, Big Stink, no logró unirse tempranamente a la misión, por lo que el bombardero y la aeronave de instrumentación tuvieron que volar en círculos durante cuarenta minutos esperando a la aeronave retrasada. Con treinta minutos de retraso, Sweeney decidió continuar la misión sin el avión ausente.
Cuando llegaron a Kokura, la ciudad estaba cubierta en un 70% por nubes, que la oscurecían. Después de pasar tres veces por encima y con el combustible consumiéndose y en un nivel bastante bajo debido a un desperfecto en una de las bombas de un motor, decidieron ir por el objetivo secundario, la ciudad de Nagasaki. El cálculo del consumo de gasolina indicaba que el bombardero no tendría suficiente combustible como para llegar hasta Iwo Jima y se verían obligados a desviarse hacia Okinawa. Se decidió primeramente que si Nagasaki presentaba las mismas condiciones climáticas, entonces regresarían con la bomba a Okinawa y tratarían de desecharla en el mar, aunque posteriormente el comandante Frederick Ashworth decidió que se utilizaría el radar si el objetivo no era visible.
Alrededor de las 07:50, la alerta de bombardeo aéreo sonó en la ciudad pero a las 8:30 se emitió la señal de que el peligro se había alejado. Cuando se avistaron los dos B-29 a las 10:53, autoridades japonesas estimaron que las aeronaves sólo tendrían labores de reconocimiento por lo que no se emitió alarma alguna.
Pocos minutos después, a las 11:00, desde el The Great Artiste se lanzaron instrumentos de medida atados a tres paracaídas. Junto con los instrumentos se envió una carta sin firmar dirigida al profesor Ryokichi Sagane, un físico nuclear de la Universidad de Tokio quien estudió con tres de los científicos responsables de desarrollar el arma nuclear. El objetivo de dicha misiva era pedirle que le dijera al Estado Mayor japonés el daño que involucraban estas armas de destrucción masiva, además de que hiciera todo lo que estuviera a su alcance para convencer a las autoridades del país de terminar la guerra. Aunque los mensajes fueron encontrados por autoridades militares, el profesor Sagane no fue avisado sino hasta un mes después. En 1949 uno de los autores de la carta, Luis Walter Álvarez, se entrevistó con Sagane y firmó el documento.
De último minuto se abrió una brecha entre las nubes, lo que permitió al capitán Kermit Beahan tener contacto visual con el objetivo como había sido ordenado, por lo que la bomba fue liberada a las 11:01. Cuarenta y tres segundos después la bomba hizo explosión a 469 metros de altura sobre la ciudad y a casi 3 km de distancia del hipocentro planeado originalmente. La explosión se confinó al valle Urakami y la mayor parte de la ciudad fue protegida por las colinas cercanas. La explosión resultante tuvo una detonación equivalente a 22 kilotones y generó una temperatura estimada de 3900 grados Celsius y vientos de 1005 km/h.
Se estima que inmediatamente fallecieron entre 40 000 y 75 000 personas, mientras que el total de decesos para finales de 1945 alcanzó los 80 000.
El radio total de destrucción fue de 1,6 km y se extendieron incendios en la parte norte de la ciudad hasta una distancia de 3,2 km del hipocentro. A diferencia de Hiroshima, en Nagasaki no tuvo lugar la «lluvia negra» y aunque sus efectos fueron más devastadores en el área inmediata del hipocentro, la topografía del lugar evitó que el radio de destrucción fuera mayor. Se calcula que el porcentaje de estructuras y edificios destruidos estuvo en el orden del 40 %, incluyendo el estadio, hogares, hospitales y escuelas.
Un número desconocido de supervivientes de Hiroshima se había trasladado hasta Nagasaki, donde nuevamente fueron bombardeados.
El 12 de agosto el emperador informó a la familia imperial su decisión de rendirse. Uno de sus sobrinos, el príncipe Asaka preguntó si la guerra continuaría si la kokutai no se preservaba. Hirohito únicamente contestó «por supuesto».
Las víctimas supervivientes de los bombardeos son llamadas hibakusha (被爆者?), una palabra en japonés que literalmente significa 'persona bombardeada'. Ser hibakusha, aseguran los supervivientes, era como una maldición, que los estigmatizaba. Además de las enfermedades a las que se enfrentaron, estos supervivientes también tuvieron que lidiar con el rechazo del resto de la sociedad, vivían ocultando su condición ya que nadie quería casarse con personas como estas e incluso le negaban trabajos si se llegaba a conocer que eran hibakusha. Según estudios independientes realizados sobre distintas catástrofes los hechos traumáticos alteran profundamente el conjunto de creencias esenciales que las personas tienen sobre sí misma. Esto fue lo que ocurrió en Japón y más grave aún ya que las personas eran rechazadas por la sociedad.
Por mucho tiempo vivieron ignorando lo que había ocurrido y los efectos tardíos que esta situación podía tener en ellos o sus hijos. Un año y medio después de la tragedia, los supervivientes supieron que lo que ellos habían presenciado había sido la explosión de una bomba atómica. Tres años después se formaron, por primera vez como asociación de víctimas para pedir ayuda al gobierno, para tratamientos ya que no tenían dinero y muchos morían. Para el año 2008, 243 692 hibakusha eran reconocidos por el gobierno japonés, la mayoría viviendo en dicho país. El gobierno además asegura que el 1 % de dichos supervivientes padece alguna enfermedad asociada a la radiación.
Memoriales en Hiroshima y Nagasaki contienen listas de los hibakusha que se sabe han muerto desde los bombardeos. Actualizadas anualmente durante el aniversario de los bombardeos, al 2008 los memoriales contenían los nombres de más de 400 000 hibakusha, 258 310 en Hiroshima y 145 984 en Nagasaki.

Una Historia de Nagasaki

Cuando la bomba atómica estadounidense “Fat Boy” destruyó Nagasaki el 9 de agosto de 1945, uno de los edificios quemados fue la catedral Urakami, pero la cabeza de la estatua de madera de la Virgen María que poseía resistió a la deflagración, lo que los japoneses católicos calificaron como un milagro.

La onda expansiva ardiente de la deflagración que devastó la ciudad el 9 de agosto, dejando más de 70.000 muertos, pulverizó las vidrieras y los muros del edificio, carbonizó el altar y fundió la campana.

Pero la cabeza de la estatua de madera de la Virgen María sobrevivió a esa hoguera, y fue encontrada entre la columnas derrumbadas y los restos de la iglesia romana.

El ícono conservó el estigma de la guerra: los ojos se quemaron, dejando las cuencas negras, la mejilla derecha ennegrecida y una fisura que corre a lo largo del rostro como una lágrima.

“Cuando la volví a ver por primera vez, pensé que la Virgen estaba llorando”, confió Shigemi Fukahori, un parroquiano de 79 años que conocía bien la estatua antes de la explosión.

“Era como si nos advirtiese contra los horrores de la guerra sacrificándose”, agregó con una mirada hacia la estatua cargada de emoción. “Es un símbolo importante de paz que debe preservarse siempre”, añadió.

La estatua mutilada está hoy expuesta en la nueva iglesia reconstruida en el mismo lugar, a sólo 500 metros del punto central sobre el que estalló la bomba de plutonio.

Pero la reliquia hizo viajes a través del mundo como símbolo de paz. En mayo estaba en Nueva York en donde se celebró la conferencia de la ONU sobre el desarme nuclear y fue expuesta para un oficio religioso en la catedral Saint-Patrick de la ciudad.

En el camino, los responsables religiosos de Nagasaki presentaron la estatua en el Vaticano, en donde fue bendecida por el papa Benedicto XVI, así como en una ceremonia en Guernica (España), en memoria de la víctimas de los bombardeos de la aviación alemana en 1937 durante la Guerra Civil Española.

“Viajamos por todos lados con la estatua, con la esperanza de que la Virgen María pueda actuar por la paz”, declaró a la AFP Monseñor Joseph Mitsuaki Takami, arzobispo de Nagasaki.

“Existen múltiples maneras de llamar por la paz –por fotos, películas o relatos sobre el horror de la guerra– pero la Virgen atomizada parece tener un poder diferente”.

Cuando cayó la bomba atómica sobre Nagasaki, vivía en esa ciudad la comunidad cristiana más importante de Japón. Unos 8.500 de sus miembros murieron por la explosión o por las radiaciones y quemaduras.

Cuando algunos sobrevivientes intentan ver esa tragedia como una prueba impuesta por Dios, sus sufrimientos están profundamente anclados en las memorias.

lunes, 8 de agosto de 2016

Abbey Road...

Hace 47 años, los Beatles se hicieron unas fotos cruzando un paso de cebra de la londinense calle de Abbey Road, sin saber que esa imagen tan sencilla se convertiría con el tiempo en una de las carátulas más famosas de su discografía.
El 8 de agosto de 1969, los “cuatro fabulosos de Liverpool” quedaron inmortalizados sobre el paso de peatones, situado en el barrio de St John´s Wood (norte de Londres), en la célebre e imitadísima instantánea, todo un icono de la historia del pop.
John Lennon, Ringo Starr, Paul McCartney y George Harrison acudieron a los estudios de EMI en Abbey Road para trabajar en el que sería su último álbum como conjunto (“Let it Be” se publicó un año más tarde, pero se había grabado antes).
El disco iba a llevar por título “Everest”, en honor a la marca de cigarrillos favorita de Goeff Emerik, ingeniero de sonido de los Beatles, aunque la idea de cubrir la portada con el Himalaya desalentó a Lennon y compañía.
Según Brian Southall, autor de un libro sobre la historia de los estudios de EMI, “hay un dibujo que Paul McCartney hizo de cuatro hombrecillos raros cruzando un paso de cebra”, lo que “dio una buena idea” a la banda.
Ni tardos ni perezosos, los cuatro músicos salieron aquel 8 de agosto a la calle en compañía de Ian McMillan -que conoció a los Beatles a través de la artista Yoko Ono, viuda de Lennon- y se plantaron en el paso de cebra pintado frente a los estudios de EMI.
“Le dieron (a McMillan) unos quince minutos. Se subió a una escalera mientras un policía retenía el tráfico. La banda caminó adelante y atrás varias veces y eso fue todo”, relató Southall, amigo del fotógrafo, fallecido en 2006, a la cadena pública BBC.
La foto muestra a Lennon, Starr, McCartney y Harrison cruzando en fila india el paso de cebra, en una luminosa calle donde resalta un Volkswagen “Escarabajo” de color blanco aparcado a la izquierda.
En la imagen, fruto de una sesión en la que McMillan sólo tomó seis fotos, resulta llamativo que McCartney (de traje oscuro) aparece descalzo y sin marcar el mismo paso que sus compañeros.
Según una teoría bastante extendida, la escena representaría una procesión fúnebre en la que McCartney sería el muerto; Lennon (traje blanco), el clérigo; Starr (traje negro), el agente funerario; y Harrison (en camisa y pantalones vaqueros), el enterrador.
La decisión final de usar la curiosa foto como portada del disco, corrió a cargo de John Kosh, director creativo de los estudios de EMI, quien creyó innecesario incluir el nombre del grupo en la carátula porque, no en vano, “eran la banda más famosa del mundo”.
“Abbey Road”, que contiene clásicos como “Come together” y “Here comes the sun”, se publicó el 26 de septiembre de 1969 y, a juicio de la revista musical “Rolling Stone”, representa uno de los catorce mejores discos de todos los tiempos.
Con los años, el paso de cebra se ha tornado en una popular atracción turística en la que se detienen los visitantes para seguir los pasos del conjunto de Liverpool y -cómo no- hacerse la oportuna foto.
A la fecha es la portada de disco más imitada en el mundo 47 años después.

sábado, 6 de agosto de 2016

El Perdedor más Grande de la Historia: John Stephen Akhwari

No todas las victorias brillan con medallas. Justo el 27 de octubre de 1968 se realizó el maratón de los Juegos Olímpicos de México, prueba en que corrió el perdedor más grande de la historia: el tanzano John Stephen Akhwari.

El favorito era el etíope Abebe Bikila, quien en Roma 1960, tras correr descalzo los 42.195 km, ganó oro y cuatro años después, ya con zapatos deportivos, repitió la hazaña, en Tokio 1964.

Bikila tomó la salida en la Plaza de la Constitución, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, pero en el 17 km abandonó por una fractura en un pie, causada por exceso de entrenamiento. Después de 2 horas con 20 minutos y 26 segundos, su compatriota, Mamo Wolde, ganó la prueba.

Wolde, con Kenji Kimihara de Japón (2:23.20) y Michael Ryan de Nueva Zelanda (2:23.45) se recuperaron y fueron premiados en el podio. Todavía después de eso, los jueces en ruta anunciaron que aún, había un corredor en competencia. Parecía imposible.

75 atletas iniciaron la prueba y 18 habían abandonado; al hacer los Olímpicos en la ciudad de México se dificultarían los eventos de resistencia, debido a la altitud de casi 2 mil 300 metros sobre el nivel del mar, que implican una pérdida del 30 por ciento de oxígeno, en comparación con la playa.

El tanzano Akhwari, no era un novato en la prueba. Antes de llegar a los Olímpicos mexicanos, ganó el Campeonato Africano de Maratón, fue 5º en el Maratón de los Juegos de la Mancomunidad; corrió maratones por debajo de las 2:20 horas, ante y después de México 1968, pero ese 27 de octubre estaba allí, en las calles de la capital tricolor, sin desistir de su propia conquista.

El maratón olímpico es por tradición la última prueba de cada edición de los Juegos Olímpicos y en la ceremonia de Clausura siempre se premia al ganador de esta prueba, que por su distancia  (42 kilómetros y 195 metros) es un gran reto atlético. 

Akhwari llegó al estadio Olímpico Universitario más de una hora después del primer lugar cuando incluso la Ceremonia de Clausura había concluido. Por el sonido local se pidió a los asistentes que aún seguían en las gradas que no se fueran y que esperaran de pie pues iba a llegar un maratonista que no había concluido la prueba.

Entonces ocurrió una de las hazañas y gestas más comentadas entre entrenadores y motivadores deportivos. El competidor africano ingresó al estadio cojeando visiblemente y con un brazo inmóvil.

Ese corredor no desistía. En el 19 km había caído y se hirió la rodilla, además el golpe contra el pavimento, provocó que se dislocara el hombro; rechazó la asistencia médica y sólo pidió vendas para contener el dolor de sus piernas, era John Stephen Akhwari, quien a ratos, caminaba o trotaba, pero no se detenía. 

Como si el tartán diera fuerzas John comenzó a trotar los 400 metros restantes (una vuelta entera) y llegó a la meta en medio de la aclamación general y la ovación de pie de quienes por suerte seguían en las gradas del estadio de Ciudad Universitaria en la capital de México.

Su tiempo final fue de 3 horas, 25:17 minutos ocupando el lugar 57 entre 75 maratonistas pues 18 abandonaron la prueba.

Akhwari no ganó nada, pero dejó una enseñanza más grande que el ganador del evento...

En 1983, el ex corredor recibió un reconocimiento y una medalla de honor, como Héroe Nacional. Creó una fundación que lleva su nombre y se encarga de apoyar a atletas de su país, para llegar a los Juegos Olímpicos. En abril de 2008, fue portador de la flama olímpica que encendería el pebetero de los Juegos de Bejing, China, mismos en los que fue Embajador de Buena Voluntad.


lunes, 1 de agosto de 2016

El Primer concierto Benéfico en la Historia de la mano de un Beatle: "Concierto para Bangladesh"

El Concierto para Bangladesh, fue un evento organizado por George Harrison y ayudado por Ravi Shankar, para recaudar fondos por la tragedia que vivía Bangladesh, empezó a las 7 de la tarde del 1 de agosto de 1971, se celebró en el Madison Square Garden, de Nueva York, asistiendo sobre unas 40.000 personas. Es considerado uno de los conciertos benéficos más importantes de toda la historia por la talla de los artistas que participaron, como Bob DylanEric ClaptonRingo Starr entre otros.
El álbum del concierto fue lanzado a mediados de 1971, y la película se estrenó en 1972, saliendo después en vídeo. En el 2005 salió el DVD incluyendo un documental.
Se recaudaron unos 243.418,50 $, que se entregaron a UNICEF. Los beneficios recaudados entre el vídeo y el DVD, todavía se siguen entregando a UNICEF por la Fundación de George Harrison.
El músico bengalí Ravi Shankar, consulto a su amigo George Harrison como podían recaudar fondos para así poder ayudarlos. Harrison grabó el single Bangladés y Shankar grabó "Joi Bangla", para empezar a recaudar fondos.
Shankar comentó a Harrison que para seguir recaudando fondos podían organizar un concierto en Estados Unidos. Harrison se lo comentó a unos amigos, convenciéndolos de tocar en un macroconcierto en el Madison Square Garden. Tardó en organizarlo unas cinco semanas.
Entre los amigos que Harrison había planeado que acudieran se encontraban John Lennon y Paul McCartney. Lennon se mostró de acuerdo en acudir a la cita sólo en el caso de que él invitara formalmente al concierto a su esposa, Yōko Ono. Al no haber planeado su participación y tampoco querer que lo hiciera, Lennon declinó su asistencia. Asimismo, Paul McCartney aludió como excusa que era muy pronto para una reunión de The Beatles teniendo en cuenta los problemas legales del momento. Del grupo, el único que aceptó la invitación fue Ringo Starr.
Temas interpretados
Ravi Shankar
"Bangla Dhun"
§  Interpretado por Ravi Shankar en el sitar, Ali Akbar Khan en el sarod, Alla Rakha en el tabla y Kamala Chakravarty en la tamboura
George Harrison & Band
§  "Wah-Wah"
§  "My Sweet Lord"
§  "Awaiting On You All"
§  "That's The Way God Planned It" (Billy Preston)
§  Interpretada por Billy Preston
§  "It Don't Come Easy" (Ringo Starr)
§  Interpretada por Ringo Starr
§  "Beware of Darkness"
§  "While My Guitar Gently Weeps"
§  Incluye a Eric Clapton en la guitarra
§  "Jumpin' Jack Flash"/"Young Blood" (Mick Jagger-Keith Richards/Jerry Leiber-Mike Stoller)
§  Interpretada por Leon Russell, con los coros de George Harrison y Don Preston en "Youngblood"
§  "Here Comes the Sun"
Cierre del Concierto
      Un álbum sería publicado a finales de 1971, mientras el largometraje sería estrenado en 1972, con la posterior publicación en video. En 2005, la película fue reeditada en DVD acompañada de nuevo material.

La Fiebre del Baile de 1518

La epidemia de baile (o la plaga de baile) fue un caso de coreomanía ocurrido en Estrasburgo (Francia) en julio y agosto de 1518. Diversas personas comenzaron a bailar sin descanso durante días y, al cabo de aproximadamente un mes comenzaron a sufrir invalidez en las piernas, ataques epilépticos, la mayoría murió como consecuencia de infartos, derrames y agotamiento.
Se desconoce el porqué de esta «epidemia», aunque se supone que se trató de un caso de histeria colectiva.
Los hechos se iniciaron a mediados de julio de 1518, cuando una mujer, Frau Troffea, comenzó a bailar fervorosamente en una calle de Estrasburgo. Este hecho se mantuvo por cuatro a seis días. En una semana, se habían unido 34 personas más y en un mes cerca de 400 bailarines. Algunas de estas personas finalmente murieron de ataques al corazón, derrames cerebrales o agotamiento.
Documentos históricos, incluyendo «apuntes de doctores, sermones, crónicas locales y regionales e incluso notas publicadas por el municipio de Estrasburgo» son enfáticas en que las víctimas bailaban.
A medida que la «epidemia» de baile empeoraba, nobles preocupados con lo acontecido buscaron el consejo de médicos locales, quienes sugirieron causas astrológicas y sobrenaturales, en vez de anunciar que la epidemia se debía a una enfermedad causada por un aumento en la temperatura de la sangre. Sin embargo, en vez de prescribir sangrías, las autoridades persuadieron a que la gente continuara bailando, en parte abriendo dos mercados e incluso construyendo un escenario. Lo anterior debido a que creían que si las personas bailaban día y noche se mejorarían. Para incrementar la efectividad de la cura, incluso contrataron músicos para mantener a los enfermos bailando. Algunos de los bailarines fueron llevados a capillas, donde buscaron la cura de su enfermedad.
El historiador británico John C. Waller ( siglo XXI) afirmó que un corredor de una maratón no podría haber resistido el intenso trabajo físico que mató a hombres y mujeres siglos atrás. Además, Waller propuso en su libro A time to dance, a time to die: the extraordinary story of the dancing plague of 1518 (2008), que una posible época de extrema hambruna pudo provocar fiebres altas que impulsaron momentos de desenfreno sin control.